Hoy, dos años después de su desaparición, su madre habla.
El 14 de enero de 2009 el país se conmocionó con la noticia de la muerte de Liliana Lozano. El cuerpo de la actriz y ex reina fue encontrado sin vida en una finca del Valle, junto al de Héctor Fabio Vargas -hermano del narcotraficante Leonidas Vargas, asesinado días antes en España-. Hoy, dos años después de su desaparición, su madre habla para advertir a miles de jovencitas de los peligros de la fama.
El primer paso fue asumir el título de candidata de su departamento en el Reinado Nacional del Bambuco de 1996, cuando solo tenía 17 años. A Neiva llegó convertida en la gran favorita, aunque muchos medios especularon en torno a la decisión del jurado, argumentando que se trató de un gesto de cortesía, pues el Caquetá vivía un gran duelo por el asesinato de su gobernador, Jesús Ángel González.
Cierto o no, la corona obtenida por Liliana se convirtió en la mejor excusa para levantar la moral de todo un departamento. Según cuentan, Florencia se volcó a las calles como nunca antes. Liliana fue el personaje del año en su región y ese fue su tiquete directo al mundo de cámaras, flashes y pasarelas.
Con lo que había ganado y con el título de Reina del Bambuco llegó a Bogotá, la ciudad de las oportunidades. Tomó algunas clases de actuación y comenzó a tocar puertas. Su escultural figura, sin duda, la instaló de inmediato en algunos seriados de TV, en los que hizo pequeñas apariciones. Fueron casi diez años en los que la gente comenzó a acostumbrarse a ver a Liliana.
El 14 de enero, Dora Garzón esperaba alguna llamada de su hija, pues llevaba algunos días por fuera de Bogotá. La felicidad por esos días era completa pues Liliana había conseguido lo que muchas envidiarían: aparecer simultáneamente en los dos canales privados; era Carmentea en La dama de Troya, la novela de RCN, y la vecina sexy de Aurelio Cheveroni en Club 10, de Caracol. Sin embargo, la única llamada que recibió le partió el alma. Su hija había sido encontrada muerta en inmediaciones de una finca en el corregimiento de La Ruiza, en Pradera (Valle del Cauca).
¿Cómo sobrellevaron la desaparición de Liliana?
Siempre dije que Liliana era como la imagen del Caquetá. Para los caqueteños era una niña que salió adelante, que hizo todo lo que pudo por la familia. Quizá no estaba con la persona con la que debía, pero ella estaba en el lugar en el que estaba porque trabajó para cumplir su sueño. Creo que sobrellevamos su desaparición porque sabíamos muy bien quién era mi hija.
¿La persona con la que murió era su novio?
Ella tenía una relación estable, muy bonita, no era la del momento o la amante de un traqueto. Él era una persona de buenos sentimientos, allí había amor. Y el que esté libre de pecado que tire la primera piedra.
¿Como familia no le advirtieron a Liliana del peligro que corría?
Estaba enamorada y sabía manejarlo. Nunca supimos que él tuviera enemigos o que hubiera amenazas en su contra. Nunca nos comentó de situaciones extrañas o amenazas, pues al fin y al cabo no estaba involucrada en las actividades de su novio.
Pero era la novia de una persona sobre la que pesaban grandes sospechas en torno a sus actuaciones...
Mi hija para mí fue una persona inocente. El amor fue más importante para ella. Lo único que tenía era su apartamento y su trabajo, no teníamos nada más. En el fondo, siento que Liliana estuvo en el lugar equivocado.
¿Cómo es la vida sin Liliana?
Uno debe aceptar las cosas. Nunca la vamos a olvidar, tendremos siempre una imagen bonita. Para mí, todos los recuerdos son lindos; pero sabemos que tenemos que seguir viviendo, que debemos seguir luchando y apegarnos cada día más a Dios, porque es Él quien nos ha dado fortaleza. Si no hubiera sido porque estoy pegada de la mano de Dios, afrontar esta situación hubiera sido mucho más difícil.
¿Qué enseñanza le deja esto?
Creo que uno debe fijarse en quien lo rodea. Ser más perspicaz, pero sobre todo no involucrarse con gente que tenga nexos ilegales. Es fundamental alejarse de cualquier cosa de esas. Sin embargo, llega un momento en la vida en que las personas deben asumir sus responsabilidades. Nosotros guiamos, formamos, pero al final las decisiones las toman los hijos.
Miles de jovencitas tienen hoy los mismos sueños que tuvo Liliana: alcanzar la fama y ser celebridades. ¿Qué mensaje tendría para ellas?
Que lo luchen, que lo consigan, pero sin adelantarse a nada; sin saltarse los pasos. El afán es el que daña los sueños.
Liliana y su madre...
Dora Garzón vivió los dos últimos años antes de su muerte junto a su hija, en un apartamento del norte de Bogotá. Allí conoció todos sus esfuerzos por alcanzar un espacio en el competido mundo de la TV.
Liliana había nacido en Paujil, un pequeño municipio del Caquetá, a 30 minutos de Florencia. En esa pequeña población terminó sus estudios de secundaria, asegurando que algún día llegaría su gran oportunidad de convertirse en una de las mujeres más famosas del país. Poco a poco construyó su sueño.
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